Monday, April 16, 2007

QUE HAY DETRÁS DEL DEBATE SOBRE EL ABORTO

El tema del aborto ha sido debatido en México, intencionalmente, desde un falso dilema. La Iglesia Católica, grupos conservadores, dirigentes y gobernantes del PAN han planteado con especial énfasis el “derecho a la vida” como la reivindicación principal ante las iniciativas de despenalizar –que no legalizar- cinco causales de aborto.

Desde los principios de los derechos humanos, el derecho a la vida es tan importante como las libertades civiles, el derecho a la salud, a la educación, a la alimentación, los derechos laborales, electorales, etc. No hay preeminencia de un derecho sobre otros; no hay derechos primarios ni secundarios, superiores ni inferiores. Los derechos humanos son indivisibles e interdependientes y todos importantes por igual.

Para los humanistas y liberales, el derecho a la vida no tiene sentido si la persona no logra en vida la satisfacción de sus necesidades básicas, la felicidad y el irrestricto respeto a su dignidad, y el Estado debe ser garante de ello.

Las iglesias defienden en extremo “la vida” como el derecho fundamental (ello explica el “fundamentalismo”), pero no defienden lo que sigue a la existencia. Los pobres, los débiles y las víctimas encontrarán la Gloria y el alivio en la otra vida. Aquí deben soportar su destino, ser carne de cañón y aceptar humildemente su desdicha.
Por ello, la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam) de Medellín (1968), que dio origen a la Teología de la Liberación, concluyó:
1) La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica; 2) eliminar la pobreza, la explotación, la falta de oportunidades y las injusticias; 3) garantizar el acceso a la educación y la salud; 4) la liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica; 5) la situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios y la pobreza es un pecado social; 6) afirmar el sistema democrático profundizando la concientización de las masas; 7) crear un “hombre nuevo” como condición indispensable para asegurar el éxito de la transformación social. El hombre solidario y creativo motor de la actividad humana en contraposición a la mentalidad capitalista de especulación y espíritu de lucro y, 8) la libre aceptación de la doctrina evangélica procurando primero a la persona condiciones de vida dignas y posteriormente su adoctrinamiento evangélico, si la persona quiere.
Esta doctrina social de la Iglesia, llamada también “la opción por los pobres”, ha sido combatida por los dos últimos Papas. Juan Pablo II consideraba básicamente que, “a pesar del compromiso radical de la Iglesia católica con los pobres, la disposición de la Teología de la Liberación a aceptar postulados de origen marxista o de otras ideologías políticas no era compatible con la doctrina, especialmente en lo referente a que la redención sólo era posible alcanzarse con un compromiso político”.